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30 enero 2008

He vuelto a volver al gimnasio

Nada tiene que ver con los propósitos que hacen muchos de año nuevo (yo me hago propósitos de día nuevo), está más relacionado con iniciar una nueva etapa laboral.
Algún día, y será pronto, escribiré sobre lo que dejo atrás pero por ahora baste decir que se acabó el proyecto donde estaba y una vez más, como botella de cristal en los ochenta, devolvieron el envase a mi oficina. No es la primera vez que aterrizo en oficinas, es la segunda, y coincidiendo que hacía poco me había borrado de mi anterior gimnasio, al que convertí en ONG al contribuir fielmente mi cuota mensual sin hacer ningún uso, miré de apuntarme al gimnasio de la calle.
El gimnasio es de la cadena DIR. Aunque es ligeramente más caro que los típicos UBAE que subvenciona el ayuntamiento de Barcelona he de reconocer que vale la pena pagar la diferencia (Si no eres el señor DIR no leas lo que sigue: Señor Dir estoy abierto a cualquier aportación económica que quiera realizar por la publicidad NO GRATUITA que le estoy haciendo.)
Eso si el gimnasio tiene una serie de peculiaridades merecedoras de ser escritas aquí.
1. Es un gimnasio no apto para feos o no musculados. Estoy por borrarme y eso que solo llevo cinco días. Mi primera impresión al bajar a la sala de máquinas (siempre que escribo esto me viene a la mente al escena de los Hermanos Marx echando carbón a un tren en la película... en una película) fue que estaban rodando un anuncio, si es que hasta sudaban bien. En los UBAE la gente suda como los humanos, a roales y no creo que haga falta que indique donde salen los roales, pero aquí no, es como si tuvieran una máquina dispensadora de sudor y antes de entrar se lo untaran.
No quiero dar a entender cosas que no son, pero es chocante ser el más "recio" (como diría mi abuelo) de la sala, pero si hasta el de mantenimiento que debe tener 93 años va marcando abdominales. Han conseguido que me esté planteando ir en gabardina, al menos el primer año.
2. Las máquinas no fallan, se sublevan. Que falle una máquina es comprensible, por muy cools o chachis que sean, lo que no es tan normal es que la máquina intente matarte. Me subo a la cinta de correr, le introduzco mi peso como si estuviera marcando el pin de la visa en el cajero (tapando la pantalla), le marco la velocidad deseada, enciendo la tele de la máquina (sisisi, si cada máquina tiene su tele particular, ¿no dije que eran superfashiondelamuerte?) y la maquina empieza con un movimiento regular "increscendo" hasta los ocho kmh momento en el cual, la maquina da una especie de respingo, llamale temblor si quieres y cambia la dirección de la cinta medio segundo. Tiempo suficiente, por otra parte, para tener la sensación de que o recuperas el centro de gravedad o lo siguiente que te saldrá por la boca sera el coxis. Doy un par de zapatazos y cuando estaba apunto de ponerme a correr para atrás la máquina corrige la mal función y se pone a rodar a 9 kmh en la dirección correcta un par de segundos pero entre terribles temblores. Cuando voy a darle al botoncito de stop, la máquina que además de tele debe tener cámara, cambia el sentido de nuevo y una vez más casi practico el jogging horizontal, esta vez no intento recuperar el centro de gravedad sino que salto para poner los pies en los laterales de la cinta que no se mueven. Pero como tengo la agilidad de una chirla consigo poner un pie en el lateral pero el otro vuelve a aterrizar en la cinta que había vuelto a avanzar pero entre temblores. Para no irme al suelo comienzo a mover el pie de la cinta como si me estuviera impulsando yendo en patinete hasta que consigo atinar a darle al botoncito del demonio. Ya en el suelo, me siento como un superviviente, como Ulises.
Para mi que no es normal, pero bueno así es más divertido.
3. ¿Qué comen los monitores? Hay 2400 monitores en la sala de fitness (o también conocida como la sala de los gruñidos por los sonidos que se escapan al mover los pesos). Cuando me acerqué a que me hicieran la rutina me atendió uno que si me hubiera dicho que se llamaba Oleg y que tenía prisa porque tenía que zarpar en un drakar a tomar Islandia le hubiera dado todo el crédito del mundo. El buen hombre alcanzaría facilmente los dos metros... y de alto también. Me comienza ha hacer una serie de preguntas:
- ¿Que quieres conseguir viniendo al gimnasio?
- Ponerme en forma (¿Cuantos habrán contestado aquí: "novia"?)
- ¿Pongo perder peso?
- Ponlo
- ¿Te gustaría ganar masa muscular?
-(nononooo... si mis brazos de alambre es lo ultimo en las revista de moda.) PONLO TAMBIEN
- ¿Te gustaría ganar resistencia?
- Y fuerza, ponme de todo eso
-Tendrás que hacer ejercicios hasta que tiemblen los brazos y piernas del esfuerzo
- ¿Solo tengo que hacer una de cada?-Aquípone cara nórdico de que se ha reído por última vez cuando Noruega fletó el primer drakar a América, vamos que si se reía sería muy dentro
- Ten esta hoja y haces los ejercicios durante seis semanas y ...
- ... me volveré como tú
- ... después hablamos
4. Qué miedo da el baño turco. Hoy ha sido el primer día que he entrado en un baño turco. Y la primera impresión es que se me empañaban las gafas, lo que me ha hecho comprobar que ya no las llevaba puestas. Se intuía unos bancos. Si yo ya veo mal sin gafas solo hay que imaginar lo bien que veía encima caminando por una olla de verdura al vapor.
Me ha dado por pensar que lo más probable es que no estuviera solo y aquí me ha entrado el pánico. "YA VERAS COMO ME SIENTO EN EL REGAZO DE UN TÍO" así que tímidamente me he acercado al banco más cercano y al llegar he intuido un par de piernas así que he dado un par de pasos a la derecha hasta encontrar un banco libre.
La sensación es de estar respirando agua, agua con tomillo o laurel, no se decir, pero era una sensación no buena, no me atrevería a decir mala pero era "no buena".
Cada poco rato caían gotas del techo a una temperatura ideal para cocer coles. En un momento la maquina de vapor a resurgido de sus húmedas cenizas y ha comenzado a hacer ruido y ha llenado de vapor la habitación hasta convertirlo en un mundo de algodón. En ese momento me veía incapaz de encontrar la puerta así que he tenido que esperar a que la buena máquina acabara la demostración y se pudieran volver a intuir las baldosas para poder salir

Estas son las primeras, espero que de muchas, reflexiones que me provocado el gimnasio, al menos en los cinco primeros días. Ya iré contando si alguna máquina más intenta atentar contra mi vida o si Oleg (para mi siempre será Oleg) finalmente entrena con el martillo de guerra.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja qué bueno lo de cocer las verduras al vapor!!!!!

sonrisadespeinada dijo...

jajjajajaj, y yo que estaba pensando volver al gimnasio...que dificil me lo has puesto jajaj

cara_cola dijo...

Cómo he he reido... ¿Quien no ha vivido ese tipo de situaciones?. Buenisimo. Gracias por las risas.

Laura dijo...

He llegado aquí por pura casualidad...ya ves, justo el día después que decidí volver a volver a hacer ejercicio...
¡qué risa más buena!
Jajjajajjj...