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29 noviembre 2007

Si galleteas no conduzcas

Aviso:
Mientras comes galletas de barquillo rellenas y cubierta de chocolate
conduce con precaución. Es tu responsabilidad.


Yo se porque me lo digo.
Cierto verano íbamos en coche camino a Navarra, tierra de vinos y cogollos. Antes de salir habíamos pasado por un Lidl para prepararnos sicológicamente para el viaje. Compramos una bolsa de galletas surtidas de las que el 75% es la misma galleta repetida (suele suceder que es la mas sosa del paquete).
Al ir pasando las horas el hambre empezó a manifestarse en mi interior en forma de molestia que creciendo se convirtió en una sensación del todo desagradable. Mi mujer galletas en mano me ofreció una galletita de barquillo cubierta de chocolate. Como yo soy un conductor aplicado fui a cogerla sin desviar la vista de la carretera y si frontalmente tengo una vista privilegiada, elfo me llaman, por el rabillo del ojo es para echar cohetes. Calculé mal las coordenadas de la galleta y la velocidad a la que se acercaba, en un movimiento imprudente mi mano colisionó con la galleta y en mitad del atestado la galleta saltó de entre los dedos de mi mujer y describiendo una parábola en cámara lenta la galleta acabó rodando bajo mi asiento.
Teníamos una bolsa de unos tres quilos de galletas, pero las relaciones más complicadas siempre son las más deseadas, así que lo mismo se me olvidó que estaba conduciendo y me lancé por la galleta que estaba a punto de perder. Me agaché a por la galleta y en ese momento de la nada vino un aparejador de obras, un equipo de albañiles y varios camiones de fomento. Cambiaron la carretera y pusieron una curva donde antes solo había una recta. Tuve tiempo suficiente para levantar la cabeza y apreciar en toda su grandeza como tomaba la culpa como Hamilton entrando en boxes. Hice un recto (no es que hiciera un culo, sino que no hice la curva) me pasee el suficiente rato por arcen, tierra, monte (en este orden) como para poder oír como reventaba la rueda.
¿Soy yo solo o cuando me voy para dos días parece que me vaya a mudar de casa, pero llevándome hasta los sanitarios? Pues imaginad como iba para pasar diez días comiendo cogollos.
El que diseño donde poner las ruedas de recambio era alguien que, primero, no tenía pensado cambiar una nunca, y segundo destilaba mala leche por todos sus poros. En mi Golfito Gti la rueda estaba escondida bajo un falso suelo en el maletero. Mi mujer estaba muda, supongo que el pase de sus diapositivas estaba pasando más despacio que el mío. Yo había visto las diapositivas de mi vida, de lo que podría haber sido, había hecho un comentario de texto y analizado las frases sintácticamente.
Al bajar del coche caminaba con la firmeza de un flan de gelatina que ha estado poco tiempo en la nevera. Fue dar dos pasos y como si fuera Aquiles contra los dioses, el cielo se nubló y rompió a llover. Aquí ya fui irreprimible, todo yo era una maldición contra el mundo. Saqué todo del maletero, ya había costado meterlo ahora para sacarlo lo estaba haciendo con la delicadeza de La Masa atravesando paredes.
Saqué la rueda, unos tubos, los antirrobos de las tuercas (en mi barrio hay que ponerle antirrobo hasta a las pegatinas del burro) y un hierro doblado que ponía que era el gato. No se si era la lluvia, los nervios, la mala leche o la conjunción de planetas que montar el gato en ese momento se me antojaba como hacer el cubo de rubik con los pies.
Aflojé las tuercas de la rueda, conseguí montar el gato y levanté el coche. Acabé de sacar las tuercas, cogí la rueda con mis fuertes manos y tiré de ella. Oí como se rasgaba algo, podía ser mi pantalón, mis lumbares, alguna otra parte de mi cuerpo.
La rueda debía tener alguna otra tuerca escondida que la mantenía unida al eje. Estuve buscando un rato sin mucho éxito. Entonces lo achaqué que lo mismo no había estirado suficientemente fuerte (cosa que no era de extrañar), así que respiré hondo, aguanté la respiración, me afiancé los pies en el suelo y tire la rueda con todas mis fuerzas. Y se salió, se salió una clavícula y parte del omoplato. En este momento el nivel de frustración y cabreo que me hubieran podido acribillar a tiros y no me habría enterado hasta que hubiera resbalado en mi propia sangre.
Decidí llamar a la compañía de seguros y lo tipico:
- Hola mira que he reventado una rueda y … no…. soy … capaz de … cambiarla… - cada vez más bajito
- Perdone
- QUE HE REVENTADO Y NO PUEDO CAMBIAR LA RUEDA
- Digáme donde se encuentra
- En la carretera de Zaragoza a Navarra
- El numero
- Es la NA-235
- No me viene la NA-235
- Estoy delante de un tocón que pone NA-235
- Me viene que la NA es la que va de Huelva a Granada
- … Seguro NA son las siglas de Granada, es que son unos cachondos estos de trafico – Busque busque que seguro que le viene
- Si mire ahora sale, ahora le mando un mecanico con grua.
- Que sea fuerte
- Perdone
- Que gracia

Como la de compañía no está bajo la lluvia, con el equipaje sobre el barro con la impotencia de ver que hay una rueda sin sujeción aparente que no se quiere mover, prisa no tiene. Mientras esperaba paró una furgoneta lila con flores en los lados y tablas de surf en el techo. Por un momento llegué a pensar que había viajado en el tiempo. Cuando se bajó el hippy 1 estuve tentado de saludar diciendo “paz” mientras hacia la V con los dedos índice y corazón. Me preguntó si necesitaba ayuda, pero como yo he visto muchas películas de asesinos mata jóvenes que van en furgonetas lilas con flores en los lados le dije que no se preocupara que en un momento vendría el mecánico de la compañía.
Al cabo de un rato se paro un Land Rover de la Guardia Civí. Se bajaron dos hombres de verde y barrigas prominentes, ambos con bigote. Vamos que si me llega a decir eso de “se sienten …” yo me lo creo e iniciamos un golpe de estado desde la tierra de los cogollos.
- ¿Que te ha pasado chavá?
- Mira que me he salido y he reventado
- No irías muy fuerte
- Nooooo – En esto que me fijo en el lateral y estaba todo verde con ramas y resto de césped – aunque lo parezca en realidad no iba a mas de 60.
- Y por que no cambias la rueda
- Por… por… porque no soy capaz de cambiarla. – Ale ya lo he dicho
- Venga vamos a ayudarte
Los dos buenos hombres empezaron a pegarle meneos a la rueda. Hubo momento en que dudaba si querían cambiarla o volcar el coche. Al cabo de una media hora el bigote 1 me dice.
- Esa rueda no esta bien. No se puede quitar
- No sabe usted lo que esto me tranquiliza
- ¿El qué? ¿Saber que no se puede quitar?
- No, el ver que ustedes tampoco la pueden quitar.
En esto y cuando solo hacía como una hora y media que estabamos bajo la lluvia llegó el de la compañía.
- A ver esa rueda
- Hola
- Y la rueda
- Bajo el coche

Levanto un poco más el coche, hizo un timido intento de sacar la rueda. Yo miraba como quien ha puesto una trampa y esta esperando que caiga el pobre infeliz. Tras el intento da un paso atrás y le mete una coz a la rueda que hubiera hecho que un burro le pidiera clases para perfeccionar sus coces.

Del meneo que le dio tembló el coche, temblé yo, creo que la tierra varió un poco la orbita y la rueda tuvo un momento de indecisión y al final cayó al suelo. En los siguiente noventa segundos tenía la rueda de repuesto montada.

Por esto mismo os aconsejo a todos: No os agachéis a buscar galletas aventureras mientras conducís, las carreteras son traicioneras. Además por muy cara que sea una galleta un par de ruedas nuevas (porque nunca te cambian una sola, siempre es en numero par) sale bastante más caro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si comes galletas,no conduzcas
Se te ha olvidado comentar que tu mujer que es la persona mas paciente del mundo tuvo que patearse casi un kilometro de carretera bajo la lluvia para que le pudieras decir al de la compañia en que kilometro nos hallabamos "dato importante"desde entonces cuando viajo es en lo unico que me fijo.

Anónimo dijo...

como conductora que solo lo hace por obligación y por cargo de conciencia ante la pasta que mis padres de dejaron en la autoescuela...ahora he encontrado una razon más para no desgastar mas de la cuenta el asfalto nacional jajaj