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13 septiembre 2007

Vacaciones Part II

Tras unos días tranquilos visitando toda la Toscana en el Micromachine que alquilamos llegó el día de la vuelta. Las aventuras en el aeropuerto de Barcelona quedan en nada en comparación con el de Pisa, pero no avanzaré acontecimientos.
Primero quiero que conste en acta que nosotros estábamos alojados en San Gimignano, un pueblo muy bonito y muy lejos de todo, había veces que estaba lejos hasta de si mismo. Nuestro vuelo salía a las doce de la mañana, yo calcule que tardaríamos una media hora en llegar desde San Gimignano hasta Pisa. ¿Cómo lo calculé? Pues básicamente mira la posición de la luna, la velocidad del viento y dije media hora como podía haber dicho tres días. Es como cuando dices “Llego en cinco minutos” cuando sabes de sobra que te queda mínimo treinta. El caso es que nos montamos en el micromachine con el sentimiento ese que te viene cuando se acaba un viaje, monto el GPS, marcó la dirección de destino (estando parado eh!, que no quiero multas), y me sale tiempo estimado 1h 35m. Pocas veces tres números me habían preocupado tanto, en el momento que ví el GPS faltarían unos diez minutos para las diez. Tenía dos horas para hacer el viaje, llenar el depósito del coche, devolver el coche, que me hicieran un cheque para la devolución de la fianza del coche, pelearme porque no me querían hacer el cheque, facturar las maletas, pasar los controles policiales, montarme en un avión. Yo no se mucho de aviones pero me habían dicho que no es como el metro, tu no puedes ir corriendo por la pista haciéndole señales al piloto y que te abra la puerta en el último momento.
“Corre como el viento” susurré donde suponía que debería tener los oídos el micromachine. Respondió y corrimos por valles y colinas, campos y huertos. Todo iba bien hasta que llegamos a la entrada de Pisa donde había caravana. Pero de pronto los coches que estaban enfrente de mi comenzaron a apartarse al arcén. Desde la separación de las aguas del mar Rojo no ha habido nada más espectacular. Al ir adelantando a los coches todos me dedicaban miradas de esas que se utilizan para mirar a quien ha apostado todo tu dinero al único caballo de tres patas de la carrera. Algo me hacía suponer que no es que se notara que iba apuradillo de tiempo, lo mismo la ambulancia que venia echando luces, un ruido infernal, pisándome los talones tenía algo que ver… El caso es que con ambulancia o sin ella conseguí avanzar lo suficiente hasta la salida de la gasolinera, al llegar estaba cerrada, con su cadenita toda mona ella barrando la entrada.
Fui corriendo a otra gasolinera que me indicaba el GPS, dejo el coche en un surtidor, no había nadie para atender. Habían incrustado el lector de tarjetas en el surtidor, era autoservicio total. Marco la cantidad, meto la tarjeta y… “Tarjeta no conocida”. Hice todo lo posible por presentarle la tarjeta pero no se quisieron conocer. En este momento decidí que mandaría la gasolina a un sitio húmedo y calentito de mal olor.
Vuelta a la caravana para devolver el coche. Llego al stand de los micromachines, le digo en mi super ingles que el coche está mejor que cuando lo hicieron salvo que no tiene el deposito lleno. El chico me dice que claro que si no tiene el deposito lleno no me puede devolver el dinero en cheque que deje en fianza porque no saben cuanto se gastarán en llenarlo. YO había dejado en fianza quinientos eurazos, que eso son quinientos motivos para debatir un poco en todos los idiomas que conocía para que me devolviera el dinero.
Pero el chico me miraba como el sapo que sabe que quieres decirle algo pero que solo oye sonidos. Con ganas de soltarle alguna fresca en italiano me fui, con la impotencia de no saber ninguna. Ibamos arrastrando las maletas pero de la velocidad no llegaban a tocar el suelo.
Llegamos a los mostradores donde se facturan las maleta y una amable señorita a medio manicurarse nos dice que el avión ya ha cerrado las puertas de bodega. Le pongo la mejor cara de pena que tengo y le pregunto que qué hago con la maleta. Ella, vuelta a sus uñas, me indica que me vaya a facturar.
Correr con bultos por un aeropuerto no es recomendable, los carabinieri no saben apreciar la buena forma demostrada. Esquivando a dos conseguimos llegar a la zona de embarque donde otra amable señorita me dice: “Qui cosa fai?”. Podría haber intentado hablar en ingles, o meter palabras en italiano. Pero no hablaba en español y rápido, estilo Ozores. Mis carreras habian llamado la atención de una carabinieri que venía atravesando todo un pasillo de cuerdas.
La chica del “Qui cosa fai?” me indica que vuelva a la zona de facturación a ver que hacemos, a todo esto mi mujer ya había pasado el control policial y estaba al otro lado. La escena parecía sacada más de No sin mi hija pero esta vez era algo así como “Yo no conozco a ese hombre”. La zona de facturación está como a unos 500 metros de distancia, añadiendo que hay un laberinto de cuerdas de esos que ponen para hacer colas largas en el minimo espacio. Yo no tenía tiempo de jugar a recorrer pasillitos de cuerdas con una maleta de 15 kg. Asi que me agache y fui pasando por debajo. Algunos ya se habrán dado cuenta de que no soy un portento de agilidad y sincronización motriz, asi que alguno postes que aguantaban las cuerdas no aguantaron mis embites y acabaron por el suelo con lo que el laberinto no quedó tan bonito como lo habían pensado. Por el rabillo del ojo veía la caribineiri que me iba siguiendo a cierta distancia ya sospechando que era por mis nervios lo mismo era uno de AlQaeda con sobredosis de cafeína.
Al llegar al sitio de facturación otra amable señorita me recibió como lo haría mi madre después de haber roto la vajilla. Me dejo bien clarito que estaba loco, pero me recogió la maleta, en este momento me dieron ganas de abrazar la maleta con la idea de que nunca en la vida la volvería a ver.
Vuelta a correr, colándome en la cola del control policial, nunca nadie tuvo tantas ganas de pasar un control de la Policía. Al llegar ya tenía tres carabinieri a mi lado, supongo que era el comité de bienvenida para los atletas aeroportuarios. Al pasar por el arco detector de metales pitó. Me miré y tenía dos céntimos delatadores. No quisieron atender a explicaciones, me apartaron y me cachearon como en las pelis, como no descubrieron ningún arma (lo que no sabían es que soy como Chuck Norris, mis puños están considerados armas) me dejaron subir al avión.
Nos sentamos y yo estaba que si me dan un huevo metido en un vaso del temblequeo lo transformo en mayonesa.
Volvimos a Barcelona, nuestra maleta voló con nosotros y todavía estoy sin cargos. Que más puedo pedir.

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