Por el precio de un Frigopie, mucho más divertido a la par que con peor sabor puedes tener el magnífico libro inspirado en el blog. Pulsa en este enlace y disfruta: Si lo sé, no crezco: Las historias de MundoAcido Aprovecha esta oportunidad de leer el libro del que todos están hablando y cuando digo todos me refiero a algunos miembros de mi familia.

15 julio 2007

Un día de hortelano

Estoy haciendo una lista de los trabajos que no haré nunca salvo riesgo de morir de inanición, hasta el pasado sábado la lista era corta: albañil, electricista, subidor de calderas a pulso… pero ahora he de añadir uno que entra fuerte en la lista. La entrada fuerte de esta semana es: Hortelano, agricultor, como quiera que se llame la persona que se agacha y recoge de unas plantas bolas rojas (conocidas como tomates) y similares.

Pero comenzando por el principio, como les gusta a las mayoría de los mortales, he de decir que mi padre, que a parte de una bellísima persona tiene un vicio, le encanta irse a un terreno que tiene y plantar todo tipo de plantas de esas que echan frutos multicolores (con lo fácil que es ir a la frutería, enfundarse un guante de plástico que hace que suden las manos como nunca antes habías pensado que era posible y coger frutas que sabes con toda seguridad que han sido sulfatadas y plantadas en invernaderos o en el peor de los casos viajado en la barriga de cualquier avión desde la otra punta del globo). Pues no mi padre, preocupado por su dieta y por sus ratos libres, ha decidido plantar tomateras, calabacineras, berenjeneras, cebolleras y otra cosa que echa hojas altas y verdes, la verdad es que no se si esto ultimo lo plantó o ha nacido por voluntad propia ahí en medio, porque pinta comestible no tiene.

El caso es que las plantas no tienen botón de pausa pero si que tienen botón de avance rápido, porque de verdes a podridas lo hacen en menos de una semana. Las plantas también tienen una manía, si no les pones agua se rebelan y se secan y como últimamente la lluvia en Barcelona es eso que cae cinco minutos solo cuando lavas el coche, las plantas se ve que le habían mandado un sms a mi padre diciéndole que o se presentaba en breve con un par de cubos de agua o empezarían a matar tomates que tenían tomados como rehenes. El problema es que el viernes operaron a mi madre y mi padre por mucho que le guste el terreno no estaba dispuesto a dejar a mi madre sola el día siguiente de la operación. Ahora no se si será por la ausencia de pelo o porque otra extraña razón lo que pensaba mi padre se podía leer perfectamente desde fuera: “Después de todo lo que me ha costado montar las tomateras y mantenerlas vivas ahora van a matar a los tomates a traición, tomates indefensos… que lastima, tomates que no han podido conocer lo que es la vida ni un buen gazpacho ni una triste ensalada.”

Después de leer todo esto yo que soy de natural impulsivo como un caracol en un día de sol, le dije:

- No te preocupes, yo mañana madrugo, voy al terreno y riego tomates y congéneres vegetales y paso informe de daños.

- No te preocupes, que me sabe mal, mira la manguera ya esta puesta en los bidones, mira como esta la piscina, revisa el goteo que no salga mucho agua, hay unos tapones, unos calabacines que no se como estarán, mira las berenjenas y las cebollas pero no les pongas agua…. – y siguió un rato más, seguro que no recordaba que yo tengo serias dificultades para distinguir un calabacín de un pepino cuando están en una caja de madera con un precio escrito en tiza

Llegó el sábado por la mañana y me dormí, no mucho solo una hora, pero bueno lo suficiente como para coger todo el efecto salida. Después de un ratito haciendo amistades con mis vecinos de caravana llegué al terreno.

Lo primero que me llamó la atención cuando vi el huerto es el orden, la ausencia de él. Las malas hierbas no respetan nada crecen por todas partes y el doble de rápido que las buenas. Así que donde de deberían estar las cebollas habían crecido flores, en un primer momento he de reconocer que dudé si no sería la flor de la cebolla, pero después de pensarlo un ratillo pensé que nadie regala ramos de flores de cebolla, además ¿a que olerían?, ¿harían llorar al olerlas? Se que es duro verlo así pero entonces me di cuenta de que esas flores de mirada cándida en realidad se trataban de “MALAS HIERBAS” y con un rápido pero certero movimiento las arranqué casi de raíz.

Me acerqué a las tomateras que eran las plantas más rebeldes y pude ver los tomates que custodiaban como rehenes, si los tomates hubieran tenido ojos su mirada hubiera sido de alivio. Corriendo fui a una especie de piscina donde se almacena el agua para regar a ver como estaba, al llegar me encontré una libelula de un azul turquesa precioso del tamaño de un cuervo grande que me miró con sus ojos hexagonales y me dijo un “HOLA” con la voz ronca del que lleva tiempo sin hablar, en realidad no me dijo nada pero viendo el tamaño que tenía su cabeza seguro que su cerebro le daba para tener capacidad de habla y no me dijo nada porque no tenía nada importante que decirme o porque era de carácter tímido. El caso es que había agua, supongo que estaría llena la piscina pero al beber el bicho ese (por cierto ¿alguien se ha fijado que beben por el culo?) en ese momento se encontraba a mitad.

Corriendo (no acabo de entender porque iba corriendo a todos los sitios cuando llevaban una semana sin agua no les iba a ir de 30 segundos). Junto a los bidones que distribuían el agua al sistema de riego por goteo, donde estaba ya preparada la manguera, había una avispa. Era UNA AVISPA si me hubiera querido picar me atraviesa y eso que yo no soy especialmente fino, pero seguro que la pille pensando en el ultimo libro que se había leído y, tras dedicarme la mirada del que sabe que el que tiene delante no le supone ningún peligro, se fue un par de metro más allá a seguir pensando en sus cosas.

Llené los dos bidones y bajé a ver como iba el riego por goteo, revise mata a mata a ver si le caían gotitas, y el resultado era afirmativo. Entonces recordé que las calabecineras también necesitan agua así que recorde que al final de cada circuito de goteo había un taponcito que al quitarlo regaría esas plantas infernales engendros del averno, ahora explico los motivos de estos adjetivos.

Mi padre es de las personas que cuando cierran un bote no le abres ni con una sierra de calar. Recuerdo en casa que el día que cerraba él la mermelada ya podías echarle de ganas que lo único que te quedaba por hacer era ver como se ponía mala. Pues con los taponcitos del sistema de goteo se ve que los cerró con ganas, porque vamos sacar a Excalibur de la roca me habría costado menos. Llegué a pensar que los tapones iban a rosca y al intentar girarlo lo único que conseguí fue levantarme las pieles de los dos índices de mis fuertes manos curtidas al teclado de un ordenador. Dirigí todas las fuerzas de mi cuerpo a las puntas de mis dedos, he de decir en mi defensa que los taponcitos tenían un punto de agarré de menos de un centímetro, ideal para hacer fuerza. Conseguí sacar los taponcitos uno tras otros y regué los calabacines, lo divertido fue sacar el último tapón que estaba en mitad de una mata de calabecinera. Fue meter la mano y me acordé la semilla del calabacín, del que descubrió los calabacines y por ultimo de mi padre. La calabecinera esa muerde, tú le metes la mano y te la desgracia, juro que fueron menos de 10 segundos pero me dejó mano como si me hubiera estado varias horas peleando con un gato de 10 kilos, pero como no hay dolor conseguí quitar el tapón y prometerme que no comería calabacines en mi vida.

Después de recoger tocaba recoger los tomates y otras verduras que pedían ser rescatadas, al acercarme a la primera mata y apartar un tomate todavía no apto para su recolección pero que estorbaba para coger a uno rojo como un pañuelo de san Fermín me encontré una araña, pero una araña que haría salir corriendo a un hobbit cualquiera. Ella estaba colgando de su hilo comiéndose un tomate maduro que había abierto por la mitad y he de suponer que le había puesto un poquillo de sal. En este punto ya dudaba de si mi padre en realidad no era un zoólogo loco y estaba criando insectos de tamaños descomunales para la conquista del mundo. La aparté no sin miedo y recogí el tomate, recogí todos lo tomates, pimientos y berenjenas y dos cebollas. Todo esto lo recogí con la ayuda de un cuchillo que utilice para ir cortando los tallos.

Después de lavar el cuchillo me di una última vuelta por mis nuevos dominios y vi una berenjena de buen año, lista para ser recogida y por pereza no fui a buscar el cuchillo de vuelta e intenté arrancarla con mis manos desnudas. Si alguien alguna vez ve una berenjena que no la coja si no va con un guante como los de entrenar halcones, si la calabecinera muerde la berenjenera araña como si te dispusieras a bañar un gato arisco que ha pasado una mala noche en un barreño de agua fría, intenté por todos los medios arrancar la berenjena sin desgraciar la planta… el resultado… que la berenjena sigue ahí colgadita y que yo me quedé con las ganas de chutar la planta y mandarla al huerto del vecino.

El resultado de mi día de hortelano fue unos 10 kilos de tomates, dos pimientos, dos berenjenas (pudieron ser tres) dos cebollas y un calabacín, los índices ensangrentados y con heridas, los antebrazos con más arañazos que un raspador de gatos, picadas en tobillos y brazos de múltiples bichos y no todos ellos conocidos, pero también la felicidad hoy de haber comido los primeros tomates recogidos por mí.

En la vida, salvo desgracia, plantaré un huerto propio, al menos hasta que no saquen las calabecineras y berenjeneras para informaticos con dispensador de frutos.

No hay comentarios: