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26 mayo 2014

Me llamo David y he ido a un mercadillo

Odio ir a comprar ropa. Odio ir a comprar ropa para mí y me resulta algo más llevadero si no tengo que probarme nada, sólo si voy de acompañante. Pero aún y así si puedo evitarlo...

Resulta que hay un almacén o fábrica de Mango que varias veces al año organiza un mercadillo. Yo había estado antes en mercadillos, de esos en que te intentan vender bragas a 3 euros, una cabeza de ajos y una radio rota. Hasta la fecha esa era mi referencia en cuanto a mercadillos: gritos, ajos y bragas.

El mercadillo de mango es diferente. Primero tienes que ir a un polígono industrial. Aparcas a las afueras y ves unas naves grandes donde indica Mango Outlet y al lado en un cartel rojo "MANGO MERCADILLO". El cartel ya estaba medio descolgado como queriendo decir... La entrada al mercadillo no presagiaba nada bueno, un montón de cajas vacías, reventadas, llenas de plasticos y poliexpan. Un maniquí viejo roto con un vestido manchado y roto y unas escaleras estrechas. Si uno ha visto alguna vez una pelicula de acción sabe que subiendo las escaleras solo puede haber tiros, muerte y destrucción. Las escaleras eran tan estrechas que solo se podía subir en fila de a uno y cuando llegue arriba...

Era como si hubiera pasado un tornado. Justo al final de la escalera una montaña de ropa que me llegaba al hombro. Descuidadamente aparte unos trapos y salió una mujer por el otro lado, posiblemente estaría agotada, le volví a dejar los trapos encima no fuera a ser.

Íbamos varios amigos. Una de las que iba con nosotras fue como un depredador que oliera sangre y se lanzó a unas cajas que estaban un poco más lejos. El resto nos quedamos admirando unos segundos al pie de la escalera la escena dantesca que se extendía delante nuestro. La nave era la que escogerías si tuvieras que ir a pegarle una paliza a alguien. Ventanas rotas y semitapadas, zonas elevadas de acceso imposible, tejados con vigas descubiertas. Soy incapaz de recordar si había música, solo recuerdo un zumbido un rumor de cientos de mujeres rebuscando en montañas de ropa solo interrumpidos por los gritos de alguna que buscaba a sus compañeras para asegurarse de que la ganga que tenía en las manos le quedaba bien.

En su día alguien pensó en poner carteles como para ordenar: Camisetas 3€, Pantalones 4€. Luego fueron invadidos por una horda vikinga y los carteles colgaban sobre cajones que a duras penas sostenían las montañas de ropa. Al ir caminando entre pantalones y chaquetas de vez en cuando se provocaban aludes de camisetas, pero no había tiempo para recoger y acabé andando sobre tops y a nadie le importaba.

Una mujer metida medio cuerpo en un cajón, supongo que estaría buscando su hijo por el empeño que le ponía, al ir escarbando en ropa provocó que una avalancha de bolsos cayeran delante mio, algunos los pisé otros se unieron a la alfombra de tops que ya había. 

Unos chicos cargaban cajas de cartón que irían llenas de feromonas, porque justo detrás iban varias mujeres siguiéndolos. Los chicos rompieron las cajas y como cayeron más tops y camisetas. Era como si esas mujeres se alimentaran de ropa y llevaran un invierno sin comer. 

No había probadores.

Quiero que penséis un momento en esa idea: No hay probadores.

Muchas mujeres se prueban la ropa sobre la que ya llevan con lo que es como si estuvieran a punto de coger síndrome de Diógenes y empezar a acumular prendas. Otras decidieron que mejor se quitaban la ropa que llevaban y se hacían la prueba... no digo más y lo digo todo.

Entiendo que no pongan perchas, cualquier cosa ahí podría ser usada como arma.

Yo estaba con un amigo mirándolo todo desde la cola en que nos pusieron para ir guardando el turno. 

No creo que vuelva nunca más en la vida. Pero es toda una experiencia. Era como en las películas de futuros distópicos en la que la humanidad ha sido casi exterminada y los que quedan van a robar a los supermercados pero en tiendas de ropa.

Yo quiero ir a los mercadillos de bragas y ajos.

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