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17 septiembre 2007

Conducción



Leo en las noticias que España e Italia son los dos países que más han reducido el número de accidentes. Antes ya desconfiaba de los periódicos gratuitos pero ahora es que ya me los leeré como si fuera “el Jueves”.
¿Alguien que haya conducido por Italia puede decir que se pongan algo de su parte para reducir los accidentes?
En mi periplo italiano, conduciendo el micromachine que alquilé por sus carreteras, comprendí porque las carreras de cuadrigas se inventaron allí. En Italia se debe aprender a conducir jugando al “Need for Speed” o viendo películas como “Too Fast too furious”. Ya me imagino las clases de teórica en la autoescuela: “Cuando el semáforo se ponga rojo ustedes deben pisar el embrague a fondo y acelerar mientras miran desafiantes a los coches de alrededor. Al pasar a verde suelten embrague y aceleren hasta que les de una rampa en la pierna de la fuerza”, bueno todo esto en un perfecto italiano.
Por si alguno le apetece ir le explico un par de cosas que son diferentes de la conducción en España.
1. Las líneas continuas no impiden adelantar. Aquí en España estamos cargados de puñetas. La línea continua se puede pisar porque no se rompe, es más al traspasarlo no se sufre ningún castigo divino instantáneo. Por esto mismo se puede adelantar aunque la visibilidad sea nula, llueva, sea de noche y circules sin luces. Los coches italianos están preparados para colisiones frontales.
2. Los semáforos en rojo no obligan a pararse. Un semáforos en Italia siempre están en verde, lo que sucede es que hay tres tipos de verde, un verde claro, un verde anaranjado y un verde rojizo, pero verde al fin y al cabo. Si te despistas y te paras cualquier vehículo que te siga se sentirá en la obligación de hacerte notar tu error pitándote hasta que se le rompa la bocina.
3. Cada coche Italiano incorpora la señalización de la velocidad máxima de la vía. Esto está en el cuadro de sobre el volante, una de las esferas, donde pone “kmh”. La velocidad máxima es el último número que hay a la derecha.

Si los italianos han reducido el número de accidentes será por gracia divina, eso o es que yo no supe ver la “buena conducción” que demostraban.

Hipocresia

Exageráis la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble.

Marguerite Yourcenar

14 septiembre 2007

Uñero

En los últimos días, hablando con un par de amigos, he recordado la única vez en mi vida que me han remendado en un quirófano. Os pongo en antecedentes.

Erase una vez un dedo gordo del pie izquierdo que decidió engordar. Una uña mal cortada se cruzó en su camino, la uña resentida al crecer decidió que una buena forma de enseñar una lección era clavarse en la carne que la rodeaba. El dedo se puso con obesidad mórbida y de un color como si le hubieran dicho un par de piropos ruborizantes. Además que el roce de una pluma
provoca las más altas cotas de dolor. Yo como soy todo un machote y le tengo un miedo atroz a los médicos evité en lo posible dar muestras de dolor, así que iba llorando por las esquinas. Pero llegó el día en que andaba como Charlotte solo apoyando el talón y mi dolor solo podía pasar desapercibo ante un gato de escayola.

El médico de cabecera dijo que eso era un uñero y me mando a un sitio donde me harían una pequeña operación.

Llegó el día de la operación, yo no tenía un dedo tenía un botijo lleno de… bueno de lo que se llenan las heridas infectadas (que no quiero ser escatológico). La sala de espera era un poema, comparándola con una sala de espera de un dentista esta última sería una fiesta rave. Entró una chica y al poco rato salió andando prácticamente normal, con la cara blanca como el yeso pero andando. Eso me tranquilizó.

Llegó mi turno.

Entro en la sala, y un hombre enmascarillado me manda quitarme zapatos y calcetines, subirme el pantalón y tumbarme en una camilla. Antes de continuar hago un llamamiento por si hay entre los lectores alguno de los que se enmascarillan en los quirófanos: Frenad las camillas. Cierto es que no soy muy habilidoso, pero si enciman no le traban las ruedas a la camilla al
hacer el esfuerzo de salta encima, la camilla se mueve y se corre un riesgo real de partirse los riñones contra las escaleritas de metal que te ponen para subir. Además yo que soy duro de oído hice lo que me dijo el hombre pero no en el mismo orden, primero me subí, una vez que estaba boca arriba empecé a mover cual tortuga panza arriba intentando quitarme zapatos y calcetines. Es lo que tienen los nervios, que te hacen comportarte como todo un tonto profesional.

El enmascarillado se acercó a mi, me puso como una especie de cortina para que no me viera el pie.

- Ahora te pondré la anestesia. (Mira ahora me va a retransmitir la operación, espero que no sea como los partidos de la Sexta)
- Bueno. – Creo que no esperaba mi bendición para empezar.

Al momento de pincharme escuche un crack, un “mierda” y se me mojó el pie. Cuando estas tumbado en una camilla en un quirófano nadie nunca debería escuchar un “mierda” del médico que tiene que operarlo.

- Se me ha roto la aguja de la anestesia, ahora te pondré otra.

Segundo intento de ponerme la anestesia y un segundo “mierda”.

Escuchar uno es malo, escuchar dos es para decirle que prefieres ir al veterinario.

- Se ha vuelto a romper la aguja, pero me parece que ahora ha entrado más.

Señores enmascarillados quiten de su vocabulario la frase “me parece” en ese momento una persona empeñaría el piso por un poco de seguridad y “me parece” transmite la misma seguridad que un mono barbero afeitando con una katana.

Esperamos diez minutos:

- Vamos a comenzar, si te duele me lo dices.

Clavo el bisturí, escalpelo, cuchillo jamonero...

- AAAAAAHDUELEDUELEDUELEAAAAAHDUELEDUELE

- Bueno pondremos un poco más de anestesia.

Ahora cualquiera podría decir que palabra vino después del tercer intento anestesístico. Exacto el tercer “mierda”. El pie me chorreaba anestesia, a todo esto gracias que no era cloroformo porque si no tendría un cirujano tumbado a mis pies.

- Vamos a seguir. Si te duele avisa.

-AAAAAAAAAAAAAAH

-Ahora no puedo parar. Esto va a durar diez minutos.¿Quieres algo para moder?

- Eing?

-Manolo ven y cógele de los hombros

Apareció enmascarillado dos y me cogio por los hombros como si quisiera unirme a la camilla de forma indisoluble. Lo siguiente que sentí fue un dolor, uno solo, un dolor de esos que te sube por toda la columna tensandola como si fuera a tocar un solo de violín. Si hubiera podido pensar hubiera acusado a la madre del cirujano de comerciar con su cuerpo o algún otro improperio del todo innecesario e injusto hacia sus familiares, pero en ese momento el cerebro está disfrutando del glorioso momento de liberación de endorfinas provocadas por un dolor intenso. No hay sitio para pensar, bueno miento, solo se piensa en “DUEEEEELEEEEEE!!!!!”.

No grité y solo solté una lágrima. Cuando uno llora en plan anime, con ríos de lágrimas resbalando por las mejillas, no es preocupante.

Pero si ves a alguien con la mandíbula tensa y suelta una lagrima gorda como una naranja entonces te puede empezar a dar pena.

Cuando noté que cosía dolía pero sentí un alivio. Salí andando del quirófano (para qué darme una silla de ruedas). Le di un nuevo sentido a eso de estar pálido, desde ese momento yo creo que sale mi foto en la definición. No quise dar explicaciones y salimos a la calle, fui incapaz de dar más de dos pasos y acabe dentro de un taxi. Lo bueno de todo esto es que no tuve problemas cuando se me fue el efecto de la anestesia, como no me pusieron.

13 septiembre 2007

Vacaciones Part II

Tras unos días tranquilos visitando toda la Toscana en el Micromachine que alquilamos llegó el día de la vuelta. Las aventuras en el aeropuerto de Barcelona quedan en nada en comparación con el de Pisa, pero no avanzaré acontecimientos.
Primero quiero que conste en acta que nosotros estábamos alojados en San Gimignano, un pueblo muy bonito y muy lejos de todo, había veces que estaba lejos hasta de si mismo. Nuestro vuelo salía a las doce de la mañana, yo calcule que tardaríamos una media hora en llegar desde San Gimignano hasta Pisa. ¿Cómo lo calculé? Pues básicamente mira la posición de la luna, la velocidad del viento y dije media hora como podía haber dicho tres días. Es como cuando dices “Llego en cinco minutos” cuando sabes de sobra que te queda mínimo treinta. El caso es que nos montamos en el micromachine con el sentimiento ese que te viene cuando se acaba un viaje, monto el GPS, marcó la dirección de destino (estando parado eh!, que no quiero multas), y me sale tiempo estimado 1h 35m. Pocas veces tres números me habían preocupado tanto, en el momento que ví el GPS faltarían unos diez minutos para las diez. Tenía dos horas para hacer el viaje, llenar el depósito del coche, devolver el coche, que me hicieran un cheque para la devolución de la fianza del coche, pelearme porque no me querían hacer el cheque, facturar las maletas, pasar los controles policiales, montarme en un avión. Yo no se mucho de aviones pero me habían dicho que no es como el metro, tu no puedes ir corriendo por la pista haciéndole señales al piloto y que te abra la puerta en el último momento.
“Corre como el viento” susurré donde suponía que debería tener los oídos el micromachine. Respondió y corrimos por valles y colinas, campos y huertos. Todo iba bien hasta que llegamos a la entrada de Pisa donde había caravana. Pero de pronto los coches que estaban enfrente de mi comenzaron a apartarse al arcén. Desde la separación de las aguas del mar Rojo no ha habido nada más espectacular. Al ir adelantando a los coches todos me dedicaban miradas de esas que se utilizan para mirar a quien ha apostado todo tu dinero al único caballo de tres patas de la carrera. Algo me hacía suponer que no es que se notara que iba apuradillo de tiempo, lo mismo la ambulancia que venia echando luces, un ruido infernal, pisándome los talones tenía algo que ver… El caso es que con ambulancia o sin ella conseguí avanzar lo suficiente hasta la salida de la gasolinera, al llegar estaba cerrada, con su cadenita toda mona ella barrando la entrada.
Fui corriendo a otra gasolinera que me indicaba el GPS, dejo el coche en un surtidor, no había nadie para atender. Habían incrustado el lector de tarjetas en el surtidor, era autoservicio total. Marco la cantidad, meto la tarjeta y… “Tarjeta no conocida”. Hice todo lo posible por presentarle la tarjeta pero no se quisieron conocer. En este momento decidí que mandaría la gasolina a un sitio húmedo y calentito de mal olor.
Vuelta a la caravana para devolver el coche. Llego al stand de los micromachines, le digo en mi super ingles que el coche está mejor que cuando lo hicieron salvo que no tiene el deposito lleno. El chico me dice que claro que si no tiene el deposito lleno no me puede devolver el dinero en cheque que deje en fianza porque no saben cuanto se gastarán en llenarlo. YO había dejado en fianza quinientos eurazos, que eso son quinientos motivos para debatir un poco en todos los idiomas que conocía para que me devolviera el dinero.
Pero el chico me miraba como el sapo que sabe que quieres decirle algo pero que solo oye sonidos. Con ganas de soltarle alguna fresca en italiano me fui, con la impotencia de no saber ninguna. Ibamos arrastrando las maletas pero de la velocidad no llegaban a tocar el suelo.
Llegamos a los mostradores donde se facturan las maleta y una amable señorita a medio manicurarse nos dice que el avión ya ha cerrado las puertas de bodega. Le pongo la mejor cara de pena que tengo y le pregunto que qué hago con la maleta. Ella, vuelta a sus uñas, me indica que me vaya a facturar.
Correr con bultos por un aeropuerto no es recomendable, los carabinieri no saben apreciar la buena forma demostrada. Esquivando a dos conseguimos llegar a la zona de embarque donde otra amable señorita me dice: “Qui cosa fai?”. Podría haber intentado hablar en ingles, o meter palabras en italiano. Pero no hablaba en español y rápido, estilo Ozores. Mis carreras habian llamado la atención de una carabinieri que venía atravesando todo un pasillo de cuerdas.
La chica del “Qui cosa fai?” me indica que vuelva a la zona de facturación a ver que hacemos, a todo esto mi mujer ya había pasado el control policial y estaba al otro lado. La escena parecía sacada más de No sin mi hija pero esta vez era algo así como “Yo no conozco a ese hombre”. La zona de facturación está como a unos 500 metros de distancia, añadiendo que hay un laberinto de cuerdas de esos que ponen para hacer colas largas en el minimo espacio. Yo no tenía tiempo de jugar a recorrer pasillitos de cuerdas con una maleta de 15 kg. Asi que me agache y fui pasando por debajo. Algunos ya se habrán dado cuenta de que no soy un portento de agilidad y sincronización motriz, asi que alguno postes que aguantaban las cuerdas no aguantaron mis embites y acabaron por el suelo con lo que el laberinto no quedó tan bonito como lo habían pensado. Por el rabillo del ojo veía la caribineiri que me iba siguiendo a cierta distancia ya sospechando que era por mis nervios lo mismo era uno de AlQaeda con sobredosis de cafeína.
Al llegar al sitio de facturación otra amable señorita me recibió como lo haría mi madre después de haber roto la vajilla. Me dejo bien clarito que estaba loco, pero me recogió la maleta, en este momento me dieron ganas de abrazar la maleta con la idea de que nunca en la vida la volvería a ver.
Vuelta a correr, colándome en la cola del control policial, nunca nadie tuvo tantas ganas de pasar un control de la Policía. Al llegar ya tenía tres carabinieri a mi lado, supongo que era el comité de bienvenida para los atletas aeroportuarios. Al pasar por el arco detector de metales pitó. Me miré y tenía dos céntimos delatadores. No quisieron atender a explicaciones, me apartaron y me cachearon como en las pelis, como no descubrieron ningún arma (lo que no sabían es que soy como Chuck Norris, mis puños están considerados armas) me dejaron subir al avión.
Nos sentamos y yo estaba que si me dan un huevo metido en un vaso del temblequeo lo transformo en mayonesa.
Volvimos a Barcelona, nuestra maleta voló con nosotros y todavía estoy sin cargos. Que más puedo pedir.

12 septiembre 2007

Mis vacaciones. Part I

Primer día de cole en Cataluña, todos los plastidecores listos, las gomas Milán (que buenas estaban las gomas Milán) todavía sin morder y el boli de 6 colores imposible de coger listo en el estuche. Cienes de millones de niños hoy escribirán esta redacción: “Que hiciste en vacaciones” y el niño que llevo dentro (no estoy embarazado) me impulsa ha hacerlo yo también.
Este no está siendo un año para echar cohetes en ningún sentido, por esto mismo necesitaba las vacaciones como el comer. Desde hace ya meses planeamos irnos de vacaciones a la Toscana. Conociéndome como me conozco estaba convencido que al verme la torre de Pisa se acabaría de tumbar, Venecia se hundiría del todo y el entero cuerpo de “carabinieri” me perseguiría como si de un Bourne cualquiera se tratara. Pero lo cierto es que han sido unos vacaciones muy tranquilas, no ha pasado nada (o prácticamente nada) durante los días de vacaciones, también es cierto que condensé todas las cosas que tenían que pasarme en el primer y último día, en los dos aeropuertos.
Hay veces que tienes la certeza de que algo va a salir mal, es un sentimiento que es tan mío como el hambre, pues los aeropuertos despiertan mi sentido arácnido, hormiguinico, escarabajinico. Yo he viajado muy poco y en avión menos todavía, así que es entrar en un aeropuerto y me transformo en Paco Martínez Soria en “El abuelo visita la ciudad”. Todo es tan grande, te dicen tantas cosas, hay tantas letras por todos lados y sobre todo hay tanta gente que te mete codazos que me pierdo.
Para hacerlo más divertido mi vuelo era de la compañía ClickAir, esta que no se gasta dinero en publicidad porque ya sale en la tele todos los días en los telediarios. Así que iba yo con la idea de que mi vuelo no llegaría nunca, o no saldría, o nos utilizarían como tropa de refuerzo para el cuerpo de paracaidistas, que se yo.
Al llegar busqué el stand de ClickAir donde había un hombre leyendo unos papeles, pacientemente me quedé de pie esperando que me mirara, entonces recordé mi habilidad de moverme en las sombras por lo que el pobre hombre era imposible que me hubiera visto. Decidí manifestarme ante él, no eso de coger una pancarta sino hacerle notar mi presencia.
- HOLA!!!
- hm…
- Buenas, mira es que
- ¿si?
- he comprado por internet
- ¿si?
- (una burra voladora y quería saber si la podía inscribir como transporte aéreo de pasajeros) un billete con vosotros para ir a Pisa
- 31 a 37
- ¿perdón?
- 31 a 37
- no si entenderlo lo he entendido pero es que…
- Mostradores 31 a 37
Daban ganas de decirle “logaritmo neperiano de 2355” y seguro que me contesta 31 a 37.
Busque entre los millares de mostradores el 31 y al verlo fuimos para allá alegremente arrastrando nuestras maletas, cuando saltó sobre nosotros cual felino un guardia de seguridad calvo borrándonos el paso.
- Donde van?
- 31 al 37 – uno que aprende rápido.
- Tienen que ir para allá- mientras decía esto señalaba al infinito con su dedo calvo también.
Desafiando toda lógica comenzamos a caminar en dirección contraria a los mostradores hasta llegar a un punto donde otro guardia de seguridad calvo, nos indicó “amablemente” que teníamos que dar la vuelta y comenzar a ir por un pasillito de esos que haces como si estuvieras en cualquier parque de atracciones, tras diez minutos andando por pasillos hechos de cuerdas volví a llegar al calvo 1 que me volvió a indicar el camino ya recorrido. Le hice notar que ya había hecho ese camino, entonces me envió hacia las puertas de entrada. Allí pude encontrar un grupo de gente haciendo cola enfrente de nada, le pregunté al último y me confirmó que eran los valientes que ya habían hecho el camino de cuerdas.
Embarcamos sin problemas, llegamos sin muchas turbulencias y demás anomalías, como única cosa reseñar que viaje junto a un tío con narcolepsia, fue tocar el asiento del avión y quedarse frito con esa pose que da un aire de saber estar y elegancia que es cuando se te va la cabeza para atrás y se te abre la boca como si esperarás que te caiga un bocata del cielo. En un avión es útil, si hay problemas y cae la mascarilla de oxigeno se te encaja directamente en la boca.
La diversión de verdad llegó cuando aterrizamos en Pisa. Yo por internet había alquilado un coche (por internet se puede hacer de todo), era un Lancia Ypsilon con la casa Hertz. Salimos del aeropuerto con todas nuestras maletas y ni rastro de la Hertz, al fondo se veía un letrerito que decía: “Rent a car” y una flecha. Seguimos la flecha hasta un tenderete en mitad de la nada, allí nos quedamos hasta que llego un bus que nos llevó hasta la zona de alquiler de coches.
Me dirigí al mostrador de Hertz con una pregunta en mente: “Parla Espagnolo?” Aunque en verdad no me hacía falta porque yo domino el Ingles, años estudiando inglés han hecho que sea capaz de mantener una conversación fluida con cualquier angloparlante no mayor de tres años. En el stand de Hertz habia una amable mujer seca como una mojama, que no hablaba nada que no fuera italiano y italianinglish. Le acerqué la impresión con mi reserva, busco en el ordenador y salió la reserva. Apunto cuatro cosillas y me dice (iré poniendo la traducción)
- Please, a creditcard (por favor, tarjeta de credito)
- I have payed before (Yo antes pagar)
- I need a credit card (necesito una tarjeta de credito)
- I don’t have anyone here (No tener ninguno tarjeto aquí)
- No creditcard no car (No hay manos no hay galletas)
- What can I do now? (Que puedo hacer ahora?)
- Call this number and they refound your money (Llame aqui y le devolverán el dinero)
- I don’t want money I want cars (NO quiero dinero quiero coches)
- No creditcard no car (Yo querría que te fueras)
Asi que después de hablar con otro italiano me devolvieron el importe de la reserva después de quedarse una parte en concepto de anulación de la reserva (pero que majetes que son) desde aquí inicio una campaña para que todos los que me leen (que son tres) no alquileis nunca coches en Hertz, es más alquiladlos en Avis y os paseáis delante de ellos con los contratos en alto.
Junto al puesto de Hertz estaban las paradas de Europcar, Avis y demás compañias que fui visitando religiosamente con mi ingles perfecto pidiendo coche. Recibiendo negativas por respuesta, yo creo que les pido en matrimonio y hubiera tenido más éxito. Mientras tanto el cielo de Pisa se puso en consonancia con mi estado de animo y se puso negro como el tizón, se rompió y cayó agua como si quisiera convertir Pisa en Venecia.
En la última casa de alquiler de coches me alquilaron un micromachine. Un Fiat Panda color azurra. Tenía una arandela suelta lo que hacía que cada vez que nos movíamos parecía que llevaramos un coche de caballos. Eso sí el coche tenía una aceleración que ni un formula 1. Los primeros semáforos parecía que en vez de conducirlo estuviera domándolo.
Pero bueno ya estaba en Italia y podíamos movernos tranquilamente por todos lados.
La aventura del viaje de vuelta la dejo para otro lado y queda tambien pendiente que os cuente un poco mis impresiones de Italia y los italianos.

10 septiembre 2007

Vuelta al cole

Llegadas estas fechas y como soy un "bon minyó" (niño bueno) como dicen en mi tierra es hora de volver al cole. He estado de vacaciones, de vagueo, de panxing de muchas cosas, pero la verdad que no me he acercado al blog demasiado. Siento todos aquellos que habeis venido buscando algún desastre más mio y no habeis encontrado nada, prometo compensar.
Ahora que se rompe la veda ya volveré a escribir con la misma frecuencia de antes. Espero reecontrarme con mis compis de clase, mis compañeros blogueros y otra vez a compartir historias.

Buena vuelta al cole.