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10 enero 2006

Las bici, esa maquina infernal

Con el comienzo de año, dentro de los buenos propósitos de muchas personas está el dejar de fumar y perder algunos kilos. Fumar nunca fume, pero de kilos siempre tuve como para hacer prestamos a bajo interés. Así que como muchas personas decidí, hace bastante tiempo, hacer algo de deporte y que mejor que la bici. Un deporte sano –me decían- estas en contacto con la naturaleza, fortaleces el corazón y las piernas.




Así que me baje al sótano de mi hogar paterno, para que os hagáis una idea es un piso donde las ranas tendrían dolor de huesos por culpa de la humedad, así que cuando fui a echar mando de mi bici “mountainbaik” de hierro colado tenía una capa importante de oxido. Además del considerable peso que tenía la bici, si algo trabajabas con ella eran los bíceps de cargar con ella hasta la calle, por no hablar del melodioso sonido que hacía al frenar, mas o menos sería como meter un barco carguero en una cueva y hacer sonar la sirena. Asi que decidí que era un buen momento para comprarme una nueva.
Me compré una flamante bicicleta de carretera de segunda mano (siendo generosos) con mi recién estrenada bici quede con dos amigos para hacer la subida a Collserola (una montaña cerca de mi casa). Antes de salir equipe a mi bici con un manillar de triatlón (o de cabra como me dijeron que se llamaba).
La subida fue tranquila, amenizada por el fuelle de mi respiración. El problema vino al bajar, decidimos ir por un camino diferente que solo conocía uno de nosotros, que además era el único que iba con bici de montaña. Los dos que íbamos con bicicletas de carretera, como eran mucho más ligeras y como nuestro sentido del compañerismo no era muy elevado, le empezamos a sacar ventaja dándonos relevos. Yo decidí que era un buen momento para cogerse al manillar de cabra. La velocidad no sería muy alta, pero suficiente como para que los ojos fueran como dos puñaladas y que las lagrimas empezaran a salir. Cuando yo iba “a rueda” el único que sabía el camino se desvió, paró y nos llamó. El que iba delante mio lo oyó y frenó. Entonces es cuando echas de menos esas pequeñas cosas llamadas frenos, no es cierto que toda tu vida pase delante de ti, solo pasaron varias cosas:
¿Dónde están los frenos?
Si me suelto me mato
Si no freno me mato
Ante tan variedad de opciones decidí hacer una mezcla de ambas me solté y no tuve tiempo de frenar, bueno esto siempre es relativo porque frenar siempre se frena. Al llegar al suelo, en un tiempo relativamente corto vi pasar un coche por mi lado. Así que si ya era de agradecer poder seguir pensando el que el coche no se hubiera roto los bajos con mi cabeza estaría entre las primeras cosas para dar gracias cuando pudiera dejar de temblar. Estaba de lado tumbado en la carretera y aunque no era especialmente incomoda la posición, la poca cordura que me quedaba me decía que una nacional no es un buen sitio para relajarse, así que me puse boca arriba para incorporarme y cual fue mi sorpresa al ver un numero de bastidor, un coche me había esquivado pero otro había frenado dejando mi cabeza como para hacerle un cambio de aceite.
Me levanté con un temple que haría pensar que un flan de gelatina tiene más huesos que yo, alcancé a oír al conductor hablar acerca de algunos de mis familiares de forma despectiva. Solo en ese momento pase revista a todos mi cuerpo para ver si todo estaba en su sitio y con la misma forma.
Después revisamos la bicis, la primera tenía el cambio de marchas roto, la mía tenia la llanta delantera echa un ocho. Y ahora vienen una serie de despropósitos sin desperdicio. Como no teníamos móvil (para la época pesaban mas o menos lo mismo que la bici) decidimos que uno iría a buscar a mi padre, el pobre que sabia el camino fue el “voluntario” pero para ayudarle le dijimos que cogiera la bici de carretera del otro que era más ligera, como tenia el cambio roto tuvo que ir todo el camino con el plato más grande y el piñón mas pequeño, con lo que cuando volvió tenía unas rampas en las piernas majas majas. ¿Alguien ha probado de decirle a una madre que su hijo se ha caído? Pues la mía si hubiera hecho falta habría aprendido a ir en bici para poder venir a ver que había pasado, así que en el coche venía, mi padre (el conductor), mi madre (la preocupada) y mi amigo(el futuro minusválido) con su bici en el maletero. Al llegar metimos mi bici en el coche, se metió el otro implicado y ya no cabía nadie más. Uno tenía que quedarse fuera y ¡ME TOCO A MÍ! Eso si me dejaron la bici de montaña y ellos fueron todo el camino a mi paso con el coche, una experiencia imborrable con las rodillas del tamaño de dos botas de vino hice los pocos kilómetros que quedaban hasta casa, por si esto no fuera una razón convincente para dejar el ciclismo volvi a salir pero eso ya lo explicaré otro día…
Saludos.

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