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10 diciembre 2007

Mas chapuzas informáticas

La memoria es algo curioso, así como el que no quiere la cosa saca a flote recuerdos de hace años. En mi caso el otro día, como si fuera un corcho, saltaron los recuerdos de cuando estaba trabajando reparando ordenadores felizmente.

Algo de esto ya conté hace un tiempo, pero de aventuras de aquella epoca hay para aburrir a las piedras. Ahora viene un par de historietas en plan abuelo cebolleta.

Un día me mandaron a reparar una impresora que hacía el tonto en una oficina. Mi experiencia hasta el momento con las impresoras era de lo más cordial. Yo les pedía imprimir y ellas me daban hojas con dibujitos en una cara. Ahora tenía que ir a “reparar” una. La impresora en cuestión era una HP Laserjet 4L creo o algún modelo anterior. Aprendí varias cosas, por ejemplo el fusor quema. Yo estaba en “modo experto” en impresoras, fue tocar el fusor que estaría a la temperatura en que se convierten las vigas en una infusión de hierro y sentir unas ganas inmensas de gritar y maldecir, por el contrario tuve que poner cara de “esta es una prueba que hago siempre para ver si calienta bien, si me hace salir ampollas en los dedos es que va perfecto.”

También había visto que algunos cogían el toner y lo sacudían enérgicamente de un lado a otro. De aquella me daba igual que fuera para distribuir el polvo del toner o como maraca de un ritual. Nadie me había dicho que ese toner era rellenado. Cogí el toner fuertemente con las dos manos. Llevé las manos hacia el lado derecho. Concentré toda mi fuerza en mis manos y lo sacudí hacia el lado izquierdo. A partir de ahora hay que leerlo todo en cámara lenta: La secretaria me mira. A medio recorrido del toner se salta el tapón que se uso para rellenarlo. La secretaria abre más los ojos mientras balbucea algo. En un mundo sin inercia hubiera podido parar mis brazos pero este no es ese mundo. Cuando mis manos llegaron al punto máximo de recorrido hacia la izquierda, que coincidía con un punto muy próximo a la cara de la secretaria, de dentro del toner se oyó la canción de “Libertad, libertad, sin miedo libertad” y el polvo salió despedido por el hueco que anteriormente estaba tapado. A partir de aquí todo volvió a su velocidad normal, secretaria, mesa, moqueta y yo parecíamos sacados de una mina de carbón. La secretaría seguía balbuceando lo que a ella le hubiera gustado que fueran insultos pero sonaba más como salmodias en tibetano.

Me disculpe, recogí el toner que pude, mi empresa les regaló un toner nuevo y a mi me enseñaron a agitar toneres con la gracia de la Vieja Troba Santiaguera.

En otro cliente me mandaron a reparar un teclado. Ahora se que hay teclados de membrana (los malos) y mecánicos (los que pesan dos kilos). Pues allá que me fui yo, con mi ignorancia por bandera. Mi idea era desmontar el teclado, mirar fijamente lo que hubiera dentro hasta el punto de avergonzar a la pieza que estuviera fallando y volverlo a montar. Llegué a la mesa con el teclado averiado, la chica se levantó y se puso detrás mío (si alguna vez van a repararos el ordenador no os quedéis detrás, mete un pelín de presión). Cogí el teclado, que pesaba bastante, le di la vuelta y saque todos los tornillitos que tenía en la parte trasera. Aquí es donde saber si un teclado es mecánico o de membrana tiene una importancia fundamental. Un teclado de membrana tiene como una capa de goma que apretan las teclas al pulsar, pero en un teclado mecánico cada tecla tiene su muelle y pequeño mecanismo. Al darle la vuelta a ese teclado mecánico había conseguido que todas las teclas estuvieran como apretadas (en este momento había unos cien muellecitos encogidos) al sacar la tapa, los cien muellecitos soltaron un suspiro de alivio y soltaron toda la tensión acumulada. Era como un geiser de teclas, muelles y piezas varias. En un momento piensas dos cosas: 1. ¿Como le explico esto a todos los que han visto esta explosión de luz y color? 2. ¿Cómo vuelvo a montar yo todo esto?
Me giré con la mejor cara de niño bueno que pude poner, vamos que me faltó solo poner los ojos vidriosos en plan manga y sin decir mucho más me tiré al suelo a recoger muelles y teclas. Cuando recogí todo lo que vi me di cuenta de algo importante, no recordaba la disposición de las teclas. Colorado de vergüenza tuve que ir a pedir otro teclado para ponerlas en el mismo orden, en estos casos se aprecia muy poco la originalidad y la creatividad.

Alguna que otra historia recuerdo, pero mejor otro día que si no, no volvéis.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja muy gracioso es casi casi mi quehacer diario...

Pero es mas divertido leerlos que pasarlos... :P

Anónimo dijo...

jajajaja, lo tuyo es un caso a tener en cuenta.
Por cierto mi impresora no funciona (es en serio). puedes ayudarme?????

Sr.Acido dijo...

Tu cuenta... a ver que se puede hacer telepatica... digo... telematicamente