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12 enero 2006

Si no me mate con la bici...

Después mi caída (véase Mi vida - El deporte. El ciclismo I) y de mi apoteósica vuelta a casa con coche de equipo y todo se hacía necesario reparar la llanta. Pese a la forma que había cogido no tenía ningún radio roto así que la lleve a un mecánico, pero de los de una sola herramienta: el martillo. Y como si de Vulcano se tratara la enderezó a martillazos. Tras montarla en mi bici de nuevo quedé para hacer unos cuantos kilómetros.

Lo primero a destacar es la diferencia de nivel que había entre el otro ciclista y yo, sería mas o menos como quedar para hacer unos largos con David Meca (y David Meca no sería yo). Viendo la diferencia le dije “Tira pa’lante que ahora te pillo, es que me noto un tironcillo en la pierna.” Ese momento es muy duro, cuando estás a punto de escupir alguno de los miembros internos por el esfuerzo lo mínimo que puedes pedirle al mundo en general es que sufra como tú, pero el mundo es cruel y me ofreció la imagen de mi amigo alejándose como si yo estuviera parado.
Cuando iba solo en bici intentaba sacarle el lado bucólico a la situación. Una carretera que atraviesa el bosque, un hombre al límite de sus fuerzas, un objetivo, pero la realidad era una carretera de acceso a 10 fabricas, un arcén de 10 centímetros no pavimentado, camiones cargando arena, cemento o polvo directamente que pasan tocándome el manillar y un hombre que de sus limites guarda un bonito recuerdo y todo lo que queda de él es un despojo que mueve las piernas por impulsos no conscientes solo para no caer de lado. Pero el orgullo es una gran fuerza motriz y llegué al destino. Falto poco para que no me encontrara a mi compañero jugando a un Mus en el casal de abuelos y justo cuando llegué me dijo “Tendremos que ir pensando en volver porque se está haciendo tarde” y como no tenías fuerzas para la replica, sin bajarme de la bici porque tenia serias dudas de que mis piernas pudieran aguantar mi peso giré y comenzamos la vuelta.
Lagrimas como puños me corrian por los mofletes al darme cuenta de que ahora casi todo el camino era bajada, ahora no hacia falta pedalear para tener una velocidad aceptable, si para algo sirven los kilos es para que la inercia se convierta en tu aliada.
Y siendo yo feliz bajando a lo que daba la bici, vi algo que nadie debería ver jamas. La rueda de delante de mi bici se soltó, y en un segundo pensé: Esto no es justo, si nos ponemos así me caigo aquí mismo. Y eso hice, clavé la horquilla en el suelo y gracil como un saco de cemento salté por encima de la bici, por encima del quitamiedo, por encima de un seto o zarza y aterricé como un gato de pie, bueno de rodillas para ser más exacto. Me dio el tiempo justo para levantar la cabeza y ver como un coche pisaba impunemente la rueda de atrás.
Al volver a la carretera me encontre a mi compañero que me miraba las rodillas, sangrantes las dos, y en sus manos sostenía las dos llantas. Hay huevos fritos que tienen una forma más regular que el perfil de las llantas esas. Entonces tuve un dejavu.
- Quieres que me avance y avise a tus padres – me dijo
- NO.
Uno tiene su orgullo, después de esto lo cambie por una navaja de Albacete que es mucho más util. Asi que monté las llantas en la bici pero no se movían porque rozaban con los frenos.
- Lo único que puedes hacer es quitar los frenos
Esta frase que me dijo mi amigo vendría a ser como si a un suicida que se intenta ahorcar le sugieres que lo mismo una silla más baja le va mejor. Pero yo le hice caso asi que el resto del camino lo hice con:
Una bici que imposible de dominar porque parecía que iba en todas las direcciones y en todas a la vez, con los radios más retorcidos que una obra de Miró, sin frenos con lo que frenaba con la planta de las deportivas y las rodillas, en especial la derecha, que se planteaban si sería una buena opción dejar el movimiento para otras articulaciones.
Esta vez si, al llegar a casa y pasar un mes de Agosto muy majo casi sin mover la rodilla decidí que el ciclismo no era para mí, que esa bici no era para mi. Si hubiera tenido sospechas de que la bici tuviera sentimientos le habría arrancado los radios uno a uno y con el cable de frenos le habría estrangulado el manillar, pero no le guardo rencor, se la di a alguien, no recuerdo quien pero me sentí como estanquero, sabes que vendes algo que puede matar a alguien.

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