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15 octubre 2007

Malas personas

Hasta ahora estaba convencido de que las malas personas eran como las meigas, yo no las conozco pero haberlas haylas, pero ahora que el odio asesino ha abandonado mi cuerpo puedo decir con la tranquilidad que dan tres Diacepanes que he conocido una mala persona de verdad. Ahora en la distancia haré un pequeño análisis.
En realidad las malas personas no son malas en sentido puro, la maldad en ellas es como el trozo de lechuga entre los dientes, todo el mundo, incluidos los perros, te lo ven pero uno vive ajeno a este adorno. Ellos no son conscientes de su maldad, aunque con ella harían palidecer a Herodes. El origen de su maldad tiene que venir de su crianza, o de la ausencia de ella vamos, es como si les hubieran explicado todo con libros sin fotografías. Así les va, que no saben reír por ejemplo, esto no sería un problema si no lo intentaran. Mi malo particular tiene este problema, se ríe como si le hubieran implantado cuatro molares más por lado, uno no es capaz de entender la expresión “risa sardónica” si no lo ha visto a él. Es la típica risa que esperarías de Brutus mientras retorcía la daga en la espalda de Cesar mientras dice: “Nada más lejos, con esta acción mía que provocarte algún perjuicio, y si no fuera así ruego me disculpes.” Pues este es igual, vamos que nada más le falta decirme: “Mira he conseguido que trabajes ochenta horas semanales, pero no me lo agradezcas por favor si no ha sido nada” Y justo después suelta la sonrisa. Normalmente una sonrisa tranquiliza, una sonrisa hace amable un rostro, en su caso una sonrisa provoca un nerviosismo y un malestar. Si te pilla con mal cuerpo es como comerse cuarenta “Smints” de golpe, te da unas cagaleras. Es la primera vez que una sonrisa podría ser considerada un arma.
Después estaría el trato exquisito, no se puede decir que sean estupidos o maleducados, es más se podría decir que son educados en extremo, una educación que no es que levante una barrera alrededor, levanta un muro y cava un foso alrededor. En su caso la educación ante todo, sobre todo cuando se te acerca y tienes la impresión que te está diciendo: “¿Recuerdas el puñal que te clavé antes? Mira es que encontré un poco de sal y me dije, ‘que mejor que echarle un buen puñado en la herida mientras orino en ella’” (siento la imagen escatológica)
¿Qué me pasa entonces? Que cuando trato con ellos me pongo nervioso, tartamudeo, hablo como el Ozores en sus tiempos mozos y encima parezco imbécil.
Una vez conoces a uno de estos te dan ganas de robarle una isla a Ronaldo y alejarte de la sociedad, porque uno desearía con las fuerzas que se desea un lavabo después de un litro de cerveza, que solamente hubiera una persona así por planeta, pero la triste realidad es que son una plaga, sin ir más lejos está demostrado que lo acabó con los dinosaurios fue uno que no sabía sonreír.
Como resultado de mis divagaciones quiero dejar un mensaje a los padres del mundo, aseguraos que los libros con que educáis a vuestros hijos tengan fotos.

3 comentarios:

felisuko dijo...

Un buen analisis, yo lo resumiria en hay mucho hijo puta suelto.
PD: leer mortadelos tambien es bueno creo yo.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Sr.Acido dijo...

Profesor Cocca, lamento mucho tu caso, a pesar de que no entiendo como acabo este comentario aqui.
Siento haber tenido que borrar tu comentario pero me veo en la obligación de hacerlo al divulgar en el direcciones de correo electrónico sin su consentimiento (eso es feo).
Espero que se solventen tus problemas y te animo a que crees una página donde detalles todo lo que te ha sucedido y desde esta pequeña al mundo te apoyaré.

Saludos.