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07 julio 2009

Santorini


Santorini es una isla preciosa, como ya escribiré Mykonos es también muy bonita, pero Santorini tiene algo especial. Será por los pueblos que recorren los acantilados, lo blanco de todas las casas con los azules techos de las iglesias.

Llegamos a Santorini desde Atenas con un ferry. El barco tardo nueve horas, nueve horas que se dice rápido, en recorrer la distancia que separa el puerto de Pireas del de Thira. El barco estaba divido por clases, como si de una metafora de la vida se tratara, la mia era economica, como si de una metafora de la vida se tratara. La clase economica tiene derecho a sentarse, por curioso que parezca hay una clase inferior que tiene derecho a que te lleven y a pelearte cuantas veces quieras por conseguir una silla.

La llegada al puerto desde un ferry es muy curiosa. Dentro del barco la gente se agita, baja a la bodega recoge las maletas y nos ponemos todos tensos justo en la rampa que se ha de abrir para que salgan los coches. Las abuelas te pisan (las abuelas son internacionales, por definición una abuela ve una puerta que se va a abrir y te pisa, y si estás apartado te busca y te pisa y vuelve a su sitio), los niños gritan (los niños no soportan las puertas cerradas, es ver una y ale a gritar a lo que den los pulmones), el resto nos miramos con cara de "pues nueve horas no son tantas".

Las puertas comienzan a moverse lentamente para darle emoción, las abuelas pegan patadas todo lo que le dan de si las caderas y los niños ya no pueden gritar. Si en todo este lio apareciera Mel Gibson con la cara pintada de azul y gritando "QUIETOS, QUIETOS!!!" nadie se extrañaría.
Con la puera bajada del todo sale la gente como si fuera a conquistar la playa pero el problema es que al otro lado está el ejercito enemigo compuesto de Hombres con carteles buscando otros hombres, hombres con carteles de hoteles, mujeres con poca ropa anunciando discotecas.

Conseguimos atravesar toda la marabunta y llegamos a donde nos esperaba un hombre enviado por la agencia de coches. Era un hombre peculiar, como si primero hubieran hecho la nariz, las orejas, la boca y los ojos por separado y después se los hubieran enganchado a puñetazos. Después me entere que también era profesor de KickBoxing lo que hizo que mi nive de amabilidad con él llegara a limites nunca vistos.

El hotel era precioso una serie de apartamentos apiñados en la parte más alta del acantilado con vistas a Thira, Oia y la caldera. Da igual que pudieran construir un centro comercial con un parking grande como una pista de aterrizaje, si han de construir dos casas en Grecia las apiñan, como para llevarte mal con los vecinos.

El dueño del hotel resulto ser un simpatico hombre que me indico que ver, que comer, que hacer, que mirar, en que orden ver las cosas. Vamos que el hombre estuvo como una hora hablando en Ingles y yo siguiendole lo mejor que podía.

De la isla poco anecdotico que contar, es muy bonita, muy recomendable, incluso para estarse mucho tiempo disfrutando de cada pueblo, de cada rincón. Buscando los sitios donde no vayan los turistas, bueno en realidad soy un turista pero asocial, no me gusta ver otros turistas.

Como curiosidad, la puesta de sol en Oia, Ia o A (como yo entendía que la llamaban). El sol se pone, vamos como en todas partes, pero la isla se para. La gente va a un punta del pueblo, se pone a mirar al sol. Yo mire tanto el sol que veia lucecitas por todas partes, pero se sigue mirando el sol. Cientos de personas mirando el sol durante más de una hora y mientras el sol ajeno a nosotros se iba poniendo entrando en una isla (en realidad no entraba en ningún sitio, tengo entendido que el sól está mas lejos que la distancia que había entre las dos islas). Hay un molino que se niega a dejarse dominar por la borrachera de rojos y najarans que llenan el aire y se mantiene orgulloso en su blanco encalado. Después todo sucumbe, las nubes cierran el espectaculo y el rojo sangre se deshilacha dejando que un azul intenso vaya introduciendo la noche (No direis que no me ha quedado bonito)

Algún día volveré...

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