El vagón estaba lleno. Grupos de universitarias escudandose en sus carpetas como espartanas, trabajadores de la construcción de pie rodeados del aura avinagrada del cuerpo que sabe que va a sudar y ya está preparado y otros como yo sosteniendo libros, persiguiendo letras intentando leer luchando contra un sueño que ha sido demasiado corto.
Por el espacio que deja un hombre que se va veo un niño sentado en el asiento de enfrente. La cabeza alta mirando a las torres humanas que lo rodean con cara de no entender muy bien que está pasando. En la mano un tigre de plastico, mal pintado y seguramente vendido en cualquiera de las muchas tiendas de "chinos". El no me ve. Cuando se cansa de mirar hacia arriba mira lo que de verdad importa, su tigre. Mueve el tigre como si estuviera acechando a una presa invisible oculta tras una barra.
Lo veo y pienso en mí, en mis muñecos, en las tardes jugando solo, en los tigres que tuve y en el tiempo pasado.No echo de menos nada pero ha habido algo de esa escena que me ha puesto melancólico.
1 comentario:
jooooo... a cualquiera le puede pasar
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