Nuestros son caprichosos por definición y cambian. De alguno de los cambios tenemos la culpa nosotros, como el cambio de forma de recta a circular del que hablaba ayer. Pero hay cambios sobre los que no tenemos ningún control y suelen ser los que más fastidian.
Explico esta aseveración.
Cuando niños nacemos con las encías desnudas y cambiamos para tener unos dientecitos la mar de monos. Llega un punto que los dientes comienzan a bailar la conga y comienzan a caerse en el otoño de los dientes, entonces nacen unos dientes normalmente descomunales para la cara, todos de diferentes tamaños y lo peor, salen los dientes como guiri saliendo del metro, vamos que no saben por donde salir, unos para un lado otros para el otro, salen alternos.
Otro ejemplo la voz, tu de pequeño eres capaz de cantar arias pero llega una edad en que un gallinero se apodera de tu garganta y se empeñan en comunicarse con sus congéneres. Así que cada vez que vas a hablar parece que vayas a poner un huevo y cuanto más digno te pongas más parece que estén estrangulando a la gallina que llevas dentro.
Pero el peor cambio que sucede es cuando te casas o te juntas que te cambia el termostato interior para ajustarse al contrario que tu pareja. Si tu pareja es friolera, aunque tu hayas sido friolero los últimos 35 años, a partir del momento que te vayas a vivir juntos te volverás en una estufa de carbón. Esto se nota sobre todo por las noches. Tu estás helado, te pones mantas como parecer una lasaña y a ella le entra la calor y las va echando encima tuyo... consecuencia... a la hora estás como si estuvieras en una sauna, pero corriendo por dentro.
A la noche siguiente decides que te pondrás un pijama más fino para soportar la doble lasaña, pero esa noche a tu pareja le entra el frío y se queda tu parte de lasaña con lo que a las dos de estar durmiendo hay pingüinos en el ártico que tienen las plumas más calientes que tú.
La noche siguiente haces un medley, pantalones de abrigo y camiseta de maga corta. Esa noche nada se mueve, no se mueve ni la cortina y tienes las piernas como si te tuvieras un año y te hubieras olvidado de ponerte el pañal pero tienes los brazos helados porque te quedaron fuera de la colcha.
Una noche más y otro intento, parte de arriba de invierno y pantalones cortos. Bueno pues esa noche tu primer sueño será una persecución con caída al vacío y patada voladora al final, con lo que colcha y lasaña de mantas se irán al sitio más alejado de tus piernas posible, te quedaran al descubierto como si te estuvieras insinuando a la lámpara y al ratillo estarán amoratadas de frío.
Pero no te preocupes que el invierno pasa y cuando llegue el verano... cuando llegue el verano te asarás por las noches mientras ella quiera dormir con una sabanita...
Pero lo mejor de todo es que a pesar de todo esto ya no podrás volver a dormirte solo.
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